Es liberador el momento en que finalmente constatas que alguien, de quien sospechabas cierta hostilidad, te detesta abiertamente. A partir de ese instante puedes deshacerte de los pocos artificios que te quedaban por probar para amansar a la fiera, y te dejas llevar al fin, siendo plenamente tú, regocijándote en la gran libertad que te regala el odio ajeno. Cuán gratificante y tranquilizadora es la certeza de no gustar.
sábado, 24 de noviembre de 2018
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